En realidad,
conseguir un embarazo no es algo fácil. De hecho, en las personas fértiles,
sólo unos pocos días al mes es posible la fecundación y cuándo ésta se
consigue, no siempre anidan los óvulos fecundados ni se produce la gestación.
Para que se produzca el encuentro entre el espermatozoide y el óvulo, ambos
deben estar el día preciso a la hora exacta y en el tercio externo de la
trompa... y los dos tienen su propia historia. El folículo maduro libera al
óvulo el día de la ovulación, la trompa debe acogerlo y hacer que se encamine a
su interior para evitar que se pierda en el abdomen. Por otra parte, el
recorrido del esperma es más largo que el del óvulo. Únicamente algunos
centenares de los millones de espermatozoides producidos llegarán hasta el
óvulo y, finalmente, sólo uno será el elegido, mientras todos los demás morirán
o se perderán por el camino. Para que se produzca un embarazo se precisa un
contacto sexual en el momento adecuado, es decir, durante el período fértil,
teniendo en cuenta que el óvulo puede ser fertilizado el día de la ovulación y
el siguiente. También se precisa un óvulo de buena calidad, un cuello abierto y
acogedor, un moco cervical abundante, una buena cavidad uterina, una trompa
ligera, móvil y permeable y que no presente obstáculos ni estrechamientos. Por
otra parte, es necesario un esperma rico en espermatozoides móviles y de buena
calidad, capaces de desplazarse rápidamente y de sobrevivir lo suficiente antes
de la llegada del óvulo. Si el coito se adelanta demasiado a la ovulación, los
espermatozoides tienen que esperar la llegada del óvulo; ni siquiera los más
resistentes aguantarán más de 3 días por término medio. Si la relación se
retrasa demasiado tiempo después de la ovulación, pueden perder al óvulo porque
ya haya desaparecido, tomando en consideración que el ovulo es vulnerable y
sólo permanece vivo en la trompa alrededor de unas 24 a 36 horas.